Si escuchas una conversación entre pilotos canarios oirás como nombran constantemente la palabra “fuga”. Este término describe al fenómeno conocido como efecto Venturi.
Este efecto, tan importante como común en mecánica de fluidos y que en las Islas Canarias se denomina fuga, recibe otras denominaciones según el país o área: compresión, embudo, chorro, etc.
En pocas palabras; si una cantidad de fluido se ve obligada a pasar por un cauce más reducido tendrá que acelerar su tránsito hasta una velocidad suficiente para que el volumen total de fluido no se vea disminuido.
Cuando el viento se encuentra con un relieve se ve comprimido entre el terreno ascendente y la capa de inversión, por lo tanto aumenta su velocidad.
Por sus límites laterales el viento escapará a mayor velocidad de la que tenía al abordar el obstáculo. Son estos puntos de “fuga” con los que hay que tener cuidado.
Cuando se vuela cerca del mar por lo general son fácilmente visibles en él, delimitando zonas con vientos de velocidad muy distinta e incluso distinta dirección. En estas zonas el riesgo puede ser alto ya que la fuga podría lanzarte en dirección al mar sin posibilidad alguna de regresar a tierra. Apreciable a simple vista, a la línea que hace de frontera entre la calma y el viento se le conoce como “corte” o “cizalla” y marca dos zonas bien diferenciadas: una, donde el viento va a gran velocidad mar adentro. La otra es una zona de calma que queda protegida.
Es muy importante saber identificarlas pues hay que recordar que volar demasiado cerca del “corte” puede ser peligroso. Normalmente el mar es el mejor indicador, pero las nubes suelen reflejar la zona de fuga con claros azules, nubes de rodillo, nubes fracturadas y desgajadas, etc. En tierra y en la cercanía del corte o cizalla, se suele generar una brisa contraria al viento fugado, muchas veces totalmente opuesta en sentido.
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